Más allá de la frontera mexicana
En el año 1957 se vive una crisis de calidad cinematográfica, explica Valdés. En el país vecino del Norte, se vive la era dorada de la ciencia ficción en Hollywood. Las fórmulas de explotación del cine llegan a México, que ve cómo su época de oro se encuentra en decadencia, a excepción de algunos casos, como el de Roberto Gavaldón, uno de los principales referentes de este período. Es en ese escenario que El vampiro conquista a la audiencia, a pesar de ser considerada como un filme de serie B por su exhibición en cines populares, de barrio y por el uso de blanco y negro cuando ya había producción a color. “El 57 es un año trágico por la muerte de Pedro Infante. Hay muchos problemas que resolver para la industria. En cambio, a El vampiro se la puede ver como una película respetadísima en Francia, escriben tesis y libros sobre ella”, añade Valdés.
La aclamación que recibió el largometraje llamó la atención en EE UU, por lo que el distribuidor K. Gordon Murray se hizo con los derechos de El vampiro y su secuela, El ataúd del vampiro. Después de pasar ambas por un proceso de doblaje, fueron estrenadas comercialmente en el cine y la televisión, cuenta el investigador David Wilt, en su obra Cine de vampiros mexicanos: una breve historia.
Una de las curiosidades de El vampiro, es que se trata de una de las primeras películas del género que muestran a este ser de la noche con dientes caninos alargados, a diferencia de los incisivos prolongados del Conde Orlok en Nosferatu, del director alemán Friedrich Wilhelm Murnau; o la versión de Drácula de Tod Browning, con el protagónico de Bela Lugosi, que no enseña los dientes para nada. De este modo, las similitudes entre el largometraje de Méndez y la producción de los estudios Hammer, en Inglaterra, se asemejan más al denominado Príncipe de la noche, interpretado por el mítico Christopher Lee.
Abel Salazar, productor y coprotagonista del filme, consideró de inicio al actor Carlos López Moctezuma, conocido como el villano más querido y odiado de México, para el papel del Conde Lavud en El vampiro. Finalmente el papel cayó en las manos de Germán Robles, un actor de teatro que hacía su debut en la pantalla grande. “Lo que une a Christopher Lee y Germán Robles es su formación teatral. No son galanes haciendo de vampiro, ni son tipos siniestros como Bela Lugosi. Son actores de carácter que le dan una gran personalidad a un personaje mitológico”, finaliza Valdés.