El manjar dulce más refinado y beato de la isla radica en son/sant Salvador, donde baten y hornean melé soufflée. Desde hace cuatro generaciones la misma familia Mateu está al frente de las cocinas de la fonda del santuario; y es una versión de omelette soufflée con gran espuma de claras, más las yemas al final, de huevos y azúcar, otro prototipo de Francia.
Más abstractos son barros de horno y sencillos, los amargos de can Vica que venían del centro de la isla de la familia de can Polla, o los cocotins sin raíz. La memoria más afectuosa evoca las greixoneres dulces, las de brossat, los de nubes con chorreo de azúcar fundido, sobre la crema, que hacían llorar a don Tú, Guillem Marcel, a Ca Na Marçala de cala Figuera.