Alvarado es parte del equipo familiar de Karla desde que llegó en 2013 para quedarse. Ella y su esposo, también catracho, venden ropa, cocos fríos y hasta las tradicionales tlayudas oaxaqueñas que le enseñó a preparar su amiga Flor.
“Me quedan muy buenas y aquí, en Chiapas, no hay tanta competencia”, cuenta mientras su hija, mexicana por nacimiento, retoza en el parque.
Yessenia Penago, cuñada de la salvadoreña Karla, dice que la migración y la integración cultural en la localidad es tan común en los últimos tiempos que ya no se imaginan al municipio, de alrededor de 40,000 habitantes, sin inmigrantes.